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martes, 3 de noviembre de 2009

Aplausos y aplausos

Últimamente hay un fenómeno cada vez más extendido que es el de los aplausos dirigidos, el aplauso obligado, ése que no quieres dar pero al que te ves abocado porque tu voluntad la han comprado por un triste bocata de chóped.

Aquellos que piensen que a Naia se le ha ido la olla, es cierto, ya no rijo como antes. Los años se me echan encima, pero la prueba no la encontraréis en este post…, o sí.

Me explico. El sábado tuve la fortuna de acudir por primera vez al Pabellón Würzburg de Salamanca. Sí que había vivido la Copa de la Reina en otro escenario de esa ciudad, pero no un partido de Liga en esa cancha. El ambiente es una auténtica caldera (menudo calor que pasé en nuestro puesto de retransmisión). Pese a la tensión y emoción con la que siguen los aficionados a las suyas me encantó ver cómo reconocían el trabajo de Sancho Lyttle y Silvia Domínguez cuando fueron cambiadas en los últimos minutos por Jordi Fernández. Muchos espectadores se pusieron en pie y aplaudieron desde el corazón, por el esfuerzo realizado por las suyas.

Eso me gustó. Pero todavía me pareció más reseñable el aplauso que se llevó Lucila Pascua de los seguidores charros cuando después de estirar abandonaba la pista hacia el vestuario. Espontáneo y sincero. Enhorabuena a la afición.

Qué distinto ese aplauso al que escuchaba poco después en la habitación del hotel mientras seguía el resto de la jornada y elaboraba el MVP de la LF. Confieso señor que he pecado. Conecté la televisión y querría justificarme pero lo cierto es que puse “La noria” (necesito trabajar siempre con ‘ruido’ de fondo…-no cuela. ¿verdad?-) Y ahí empecé a escuchar otro tipo de aplausos.

Es aquel que emite el ‘Sumun aplauditor’. En una especie que se prodiga en todos los programas magazine de este país. Es aquel que da ese primer aplauso, sólo, nítido, al que posteriormente le seguirán el resto. No responde a ningún patrón, arranca a aplaudir lo mismo a un comentario machista de Jimmy Jiménez Arnau que a una reflexión filosófica del Yoyas o a una salida de tono de Maria Antonia Iglesias.

Luego están los ‘Palmerums’. En su hábitat natural de los platós de televisión, son aquellos que siguen al ‘Sumun aplauditor’, que sin criterio ni opinión propia son capaces de corear los insultos de la Esteban a su ex como las tonterías vejatorias de la Marchante. Todo por un bocata de chóped…

Qué lejos está un mundo del otro, ¿verdad? O no tanto, porque cómo me fastidian los ‘speakers’ que quieren obligarnos a animar y gritar lo que ellos creen oportuno en cada momento como si fueran un ‘Sumun aplauditor’. Quieren convertirnos en ‘Palmerums’. Personalmente prefiero que sea algo espontáneo, que surja como en el Würzburg y en tantos otros campos en los que cada uno aplaude a los suyos o a los rivales cuando quiere.